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DE SOCIÓLOGOS, SOCIOLOGÍAS Y DERROTEROS TEÓRICOS Y PROFESIONALES.

DE SOCIÓLOGOS, SOCIOLOGÍAS Y DERROTEROS TEÓRICOS Y PROFESIONALES.
  • En torno a las “tribus” y “territorios” de la Sociología Académica: La Involución cientificista universitaria.

En consonancia con la representación gráfica realizada durante el taller de integración, pero superando ampliamente lo allí expuesto, pensar la actualidad de nuestra compleja, polémica e incomprendida Sociología, sus “tribus” y  “territorios”, es un ejercicio que ofrece contrastes reveladores y arroja incómodos y paradojales interrogantes. Exige cierta incorrección política, cierta audacia y ligereza interpretativa, cierta provocadora heterodoxia.  

¿Cómo comprender un “territorio” sociológico que condena a la parálisis intelectual a la mayoría de sus profesionales? ¿Cómo reconocer a las “tribus” de una disciplina en que la abrumadora y asfixiante hegemonía de la “social research” académicamente legitimada, evidencia un proceso de burocratización que amenaza con condenar a la disciplina a un ostracismo total frente a una sociedad que, apática y abatida, no espera nada de “los sociólogos”?

Casi siempre concebida como un canon metodológico relativamente invariable y de probada “fiabilidad científica”,  la sociología mendocina (y argentina) ha involucionado desde un largo tiempo a esta parte, transformándose en un conjunto de procedimientos técnicos de aplicación mecánica en que los aberrantes matices y perfiles instrumentales y unidimensionales que denunciara Marcuse se multiplican al absurdo.

Problemáticas claves para el desarrollo de la Sociología, y las ciencias sociales en general, carecen de cualquier relevancia frente a una lógica universitaria que exige la construcción de “objetos investigables” como prerrequisito fundacional para toda “práctica sociológica”.

El debate filosófico, teórico, ideológico y/o político, la perspectiva crítica sobre las metodologías e intervenciones legitimadas, la disquisición sobre las relaciones de poder que determinan toda práctica “científica”, la relevancia epistemológica de toda “intervención” en el orden social, entre otro sinnúmero de temáticas centrales para el desarrollo de la sociología han perdido su decisiva centralidad en pos de una compulsión burocrática a la producción de “pappers” e informes de investigación.

Una sociología que –al decir de Martín Nikolaus- mira hacia abajo, con las palmas hacia arriba”[1], sepultando toda posibilidad de invertir esa polaridad. En ese marco, un sinnúmero de producciones provenientes de las periferias del sistema caracterizadas por su excepcional originalidad y su persistente vigencia, han perdido paulatinamente su relevancia en la medida en que, no solamente se trata de lecturas irreductibles a los criterios “cientificistas” del empirismo dominante, sino que fueron producidas gracias a un sólido posicionamiento teórico consumadamente crítico con respecto a este último.

Enumerarlas sería tan inútil como innecesario. Tan sólo por mencionar producciones argentinas en el índex de la universidad que generan en el estudiante o profesional medio proveniente del “territorio sociológico universitario” gestos de indiferente ignorancia, autosatisfecha indolencia, una acongojada estupefacción en el mejor de los casos: Arturo Jauretche, Roberto Carri, Rodolfo Kusch, Jorge Eneas Spilimbergo, el mejor Eliseo Verón, entre muchísimos otros.

Si “geográficamente” el trabajo realizado durante el taller se organizaba en torno a dos grandes ejes dicotómicos a modo de paralelos y meridianos, empirismo y teoricismo en el plano intelectual, izquierda y derecha en el plano político; los fundamentos últimos del “territorio” sociológico universitario trasciende estas distinciones.

En una disciplina que, si nos acotamos a las polarizaciones políticas de la coyuntura argentina actual carece de “derechas”, la sociología siempre de izquierda parece, cuando no sometida a cualquiera de las variantes “post” (modernas, marxistas, coloniales, estructuralistas, etc.), anquilosada en un agotado devaneo político y teórico.

En este último sentido, es revelador considerar las condiciones que la academia exige para legitimar y validar producciones provenientes de un paradigma sociológico caracterizado por su vocación crítica, generando producciones caracterizadas por un letal eclecticismo teórico y metodológico obturado tras la confusa y contradictoria noción de “el método científico”. Muchas de las investigaciones que pretenden probar empíricamente los fundamentos de la producción marxiana asumen hoy un carácter lindante con la más lisa y llana ridiculez. Las premisas que funcionan como sostén teórico no sólo son, para decirlo con Khun, inconmensurables con las metodologías y técnicas específicas utilizadas en el trabajo de campo; el propio trabajo de Marx hubiera sido imposible desde las lógicas y preceptos invocados.

Las “tribus” universitarias se insertan así en un “territorio” mucho más homogéneo y uniforme de lo que una aproximación superficial puede indicar. Salvo honrosas excepciones, sus variantes teóricas y políticas son igualmente devotas de un mismo horizonte metodológico y conceptual, derivado de un  ingenuo e implícito “cientificismo” incapaz de dar cuentas de sus propias condiciones de producción.

En este marco, el reconocimiento mediático-social de la disciplina descansa en un curioso consenso que incluye en si a casi todas las “eminencias”: la recurrente resurrección ficcional de discursos que siempre desde “la izquierda” se caracterizan por las más obvias y previsibles zonceras del progresismo políticamente correcto. No basta para la mayoría de los sociólogos. No basta para La Sociología (así, con mayúsculas).

 La progresiva caída en las tasas de ingreso y egreso, la creciente y atomizada dispersión profesional y territorial de la inmensa mayoría de sus egresados, el frenético proceso de mercantilización de la oferta educativa, la recurrente e inocua reproducción de investigaciones carentes de cualquier capacidad de impacto concreto, la consolidación de redes estructurales de clientelismo académico, etc., etc., etc., suponen un “territorio” cerrado que tiende hacia la autocontemplación y, porque no ser un poco apocalíptico, amenaza con implosionar.

¿Criticismo exacerbado? ¿Los devaneos anticientíficos de un ignoto cursante de profesorado? ¿Las correrías revoltosas de un principiante que desconoce los elementales principios de la  diplomacia académica e institucional? ¿Una visión resentida, perniciosa, dañina de la actualidad sociológica? ¿Una perspectiva que se queda en la impotencia inútil de la crítica?

Probablemente. Dialéctica Negativa¡¡¡ Adorno¡¡¡ Frankfurt¡¡¡ podríamos aducir. Aún así, toda crítica es estéril frente a un “territorio” universitario cada vez más desierto de debates, polémicas y controversias reales, profundas, sustanciales.

 

  • Sociología y Campo Educativo: las proyecciones de una oportunidad.

 

Sin embargo, o precisamente por lo arriba expuesto, pocas de las largas generaciones de sociólogos que precedió a la última gran crisis nacional encontró un espacio tan vital, desafiante y enigmático para ser eso: sociólogo.

Lejos de los hábitos sedentarios de los ratones de biblioteca que ridiculizaba Jauretche, la mayoría de los sociólogos trabajan de otra cosa. Siempre en part time, docentes, periodistas, escritores, empleados públicos, administrativos, burócratas varios, juntadores de los más insospechados papeles, militantes de utopías y distopías varias, artistas y artesanos, alcohólicos, depresivos, desilusionados, adictos, alienados, empobrecidos, desempleados. El río de los bajos salarios con que graficamos nuestro taller amenaza siempre con el desborde.  

A contramano de una disciplina que nació preñada de pretensiones de manipulación social, la Argentina postconvertibilidad condenó saludablemente a una inmensa cantidad de sociólogos a trabajar en los lugares en que “la gente labura”.

Nos dedicamos a eso mientras habitamos un país que nos ha obligado a enterrar los prejuicios típicos de la pequeña burguesía ilustrada, reconocernos como parte de eso que
pretenciosamente creemos conocer, y luchar, como la gente lucha, contra los
 gigantes de barro del poder.

De entre los muchos ring sides que ocupamos, uno destaca por el ejército de sociólogos que convoca: el aula. El centro de un campo en que muchos nos sentimos a gusto enseñando, entrenando, instruyendo, adoctrinando, manipulando, ilustrando, siendo, simplemente, escuchados. Un eje estratégico en que se cocinan las relaciones de poder de una micropolítica con el latente potencial de generar pensamiento crítico, compromiso social, solidez teórica, “contraconducta”, para decirlo con Foucault: lucha contra los dispositivos y mecanismos productores de verdad (y de poder).

Entre las fisuras, baches y rendijas de un sistema educativo atravesado por poderosos intereses económicos, políticos y sociales; precisamente ahí adonde el encierro parece corresponderse con las celdas del psiquiátrico o la cárcel, donde el monstruo de la “institución total” pretende corporizarse, “entre los muros” al decir del director Laurent Cantet, late la paradójica posibilidad de ser libres. Docentes libres, que desafían los límites e intenciones de los “descriptores curriculares”  y las disposiciones burocráticas; alumnos libres, que pueden reconocer y reconocerse en un “otro” atrapado, incómodo, seducido o inserto en las mismas relaciones que los orientan a la resistencia o la rebelión, a la  apatía o la cruel indiferencia, esa que, casi siempre,  nos deja una sensación muy, pero muy parecida al fracaso.

Sociólogos y docentes, la posibilidad de una mezcla explosiva que exige un acopio constante de pólvora a salvo de todo aguacero. Sociólogos que hacen el ciclo de profesorado, esperando encontrar el explosivo necesario para abordar y ser abordados por el aula. Para explotar, para ser explosivos, para no ser explotados. Sociólogos que, venturosa, afortunada y felizmente acceden a una formación posterior a la obtención del título flexible, comprometida y GRATUITA¡¡¡ en uno de los pocos nichos que resisten el nocivo proceso de mercantilización académica: el ciclo de profesorado en ciencias sociales.

Juan Manuel Lucas.



[1] NIKOLAUS, Martin: “Una observación a la convención de la Asociación Sociológica de los Estados Unidos”, en “Ciencias Sociales: Ideología y realidad nacional”, Buenos Aires, Ed. Tiempo Contemporáneo, 1970, p. 27.  

2 comentarios

Martín Elgueta -

Juan Manuel vía mail ya te ofrecí algunos comentarios que me suscitó tu escrito (que dejo bajo tu criterio publicar).
Agrego, seguiré atento a tus aportes para ver de qué modo la sociología se configura en el campo educativo más allá de las luchas de los universitarios por un lugar en la facultad (lo cual considero sumamente valioso pero restringido).

Rodolfo Arland -

Anita y JuanMa los agregué como Enlace en mi Blog en el cual los invito a comentar. Saludos. Rodolfo