Blogia
vermuconpapasfritas

EN TORNO A LOS APORTES DEL CICLO DE PROFESORADO A LA PRÁCTICA DOCENTE EN SOCIOLOGÍA:

Desde la práctica docente cotidiana, y en articulación con el cursado del ciclo de profesorado en Ciencias Sociales, la materia Enseñanza y Aprendizaje, en tanto primer espacio, exige un desafío decisivo: la necesidad de romper con las formas de objetivación, epistemológica, teórica y metodológica  aprehendida en nuestra formación de grado para, más que pensar un “OBJETO”, pensar una “SITUACIÓN”.

Genéricamente reducida a la fórmula D E x y, y más allá de los estilos docentes que esta fórmula permite graficar (ejecutivo, terapéutico, liberador), reconocer la “situación pedagógica” supone adquirir un pensamiento relacional en que cada uno de los términos se articula de manera compleja, reconociendo aquello de que “dar una clase es muchísimo más que hablar”.

Desde esa ruptura con la formación científica que cada uno de nosotros trae a las primeras clases, la materia nos ofrece un interesante bagaje herramental para orientarnos hacia lo que Perkins y Elliot  han definido como “Enseñanza para la comprensión”, eje con un inmenso potencial para la enseñanza, particularmente, de las ciencias sociales.

En “Sujeto del Aprendizaje”, está misma fórmula se pone en  constante tensión revelando al aula como un espacio que en ningún caso está sometido al dominio pleno del “consciente”.

Priorizando la claridad por sobre la precisión, podemos permitirnos aquí un uso licencioso y flexible de categorías conceptuales sumamente complejas que, no obstante, nos permitirán comprender los aportes de esta materia en relación a nuestra práctica docente. Los aportes del Psicoanálisis a la Pedagogía nos permiten orientar el trabajo áulico hacia un horizonte tan seductor como distante: la posibilidad de “libidinizar” el aula, promover procesos de sublimación  y lograr, al decir de Freud, aquella imposible empresa de educar.

Las materias más sociológicas del ciclo, “Sistema Educativo” e “Instituciones”, por su parte, analizan preferentemente el contexto socio-histórico en que aquella situación pedagógica se desarrolla, ofreciendo la posibilidad de superar los reduccionismos y mecanicismos que se adquirirían durante la formación de grado.

Según lo entiendo, apuntan en este sentido, a romper con el althusserianismo teórico, más incomprendido y resistido, que abordado en todas sus derivaciones tanto por sus defensores como por sus impugnadores. A pesar de que no concibo a la producción althusseriana como un corsé ideológico y político incapaz de pensar el conflicto, es cierto que los espacios mencionados permiten aproximarnos al aula como un espacio que nos exige, sobre todo a los que allí desarrollamos nuestras labores profesionales, reconocer un infinita escala de grises por sobre los determinismos negros o blancos a los que muchas veces tienden las teorías reproduccionistas.

El sistema educativo, y cada una de sus instituciones componentes, a pesar de carecer de toda neutralidad, a pesar de estar cargados de intencionalidades históricas específicas orientadas a la conservación del orden social, intencionalidades determinadas por intereses casi siempre invisibilizados, obturados  tras las rutinarias prácticas burocráticas e instrumentales, pueden, sin embargo, ser concebidas como espacios de resistencia, transformación y resignificación trascendiendo las lecturas que sólo reconocen aparatos mecánicos de interpelación, sujeción y reproducción social.

Particularmente, creo que estos dos últimos espacios deben ser pensados como complementos de una formación de grado con una orientación dominantemente marxista. Ofrecen valiosas e interesantes producciones históricas, teóricas y analíticas que simultáneamente, pueden utilizarse en dos direcciones opuestas: un nuevo y estéril intento de enterrar definitivamente a este incómodo fantasma de casi 150 años en nombre de cualquiera de sus lecturas, traducciones, reducciones o tergiversaciones post; o un nuevo intento de dotarlo de nuevos bríos en un espacio en que la omnipresente lucha de clases se traduce en una persistente lucha ideológica en que el aula, la institución, o el ministerio pueden ser concebidos como trinchera estratégica para, finalmente, invertir los polos de aquella iniciática y pesimista afirmación gramsciana: el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad.

Juan Manuel Lucas. 

1 comentario

Martín Elgueta -

Juan Manuel este artículo completa tu producción. No cabe más que decir que la calificación que corresponde es un 10 con mención especial